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dilluns, 18 de juny del 2001

Pensiones generosas

“Las pensiones en España son generosas”. De esta opinión son los sesudos técnicos de la OCDE en un informe sobre la situación económica de España. ¡Cómo se nota que ellos no son pensionistas!.
Uno espera que si un organismo internacional hace un informe que puede condicionar, no solo la política económica de un país, sino la vida de millones de personas, lo haga desde el rigor de la comprobación y el estudio profundo de la realidad. ¡Vamos que no lo hagan de oídas!.
Para ellos las pensiones, junto con el incremento de los salarios al mismo ritmo que el coste de la vida, son dos gravísimos peligros para nuestra economía. En el fondo, están afirmando que son un peligro no para “nuestra” economía sino para “su” economía
El Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, ha salido a quejarse del informe, sin mucha contundencia, ciertamente, pero se ha quejado. Lo que ocurre es que la OCDE finalmente ha reconocido que ese informe había sido inspirado por el Ministerio de Rato. Ese ministro incapaz de controlar la inflación - que esta a más del doble de sus previsiones – se dedica a proclamar la receta de siempre para tapar su incapacidad.
La factura de las pensiones contributivas, es decir lo que cobraron los mas de 7 millones y medio de pensionistas, durante el año pasado fueron 8,3 billones de pesetas. ¿Mucho dinero?.
No sé si es mucho dinero para este país, pero esa cantidad supone invertir 8,3 pesetas de cada 100 que produjimos en todo el año. Y además, desde 1995, en que llegó el PP al poder, nos gastamos proporcionalmente menos en pensiones. Han ahorrado con las pensiones, rebajado la factura.
Dicho en otras palabras, las pensiones han crecido menos que la riqueza en este país, “España ha ido bien”, pero para los pensionistas un poco menos.
La pensión media mensual en España es de menos de 82.000 pesetas y la de viudedad de menos de 58.000 pesetas. ¡A todos estos economistas los quería ver haciendo números para vivir con esos ingresos¡. Yo reconozco que tendría muchos problemas para hacerlo.
Pero si la realidad es tan tozuda, ¿porque se empeñan en lanzar esos mensajes?. Ellos saben que un sistema de pensiones de reparto, donde los activos pagan a los inactivos, y donde la factura – incluso en las hipótesis más pesimistas - sitúa su coste en el 10% de la riqueza del país, no solo se puede pagar sino que es sostenible.
Por otro lado, nos han anunciado el final del sistema de pensiones para tantas fechas que ya han pasado que son menos creíbles que las catástrofes de Nostradamus. Eso les esta haciendo cambiar la estrategia. Ahora ya no predican el fin del mundo, solo que es muy caro y hay que recortarlo.
Para mi, esa insistencia renovada no es sino una versión más de lo mismo. En el fondo se trata de meter el miedo en el cuerpo, para forzar a que nos hagamos un fondo de pensiones, que administren las entidades bancarias.
Para quien tenga dinero sobrante a final de mes y quiera ahorrar, los fondos de pensiones pueden ser una formula. Hay más, que elija. Pero que no nos vendan “la moto” en función de que el sistema de pensiones se acaba o que solo puede subsistir si da unas prestaciones de miseria.
Lo que ocurre es que la falta de control de la inflación esta haciendo poco rentable los fondos y la gente no ahorra a través de ellos. ¿Qué hacer?, pues un informe que ponga en cuestión el sistema y ante el temor, más y más personas les cederán los ahorros a las entidades financieras, para que, como ocurre a veces, especulen contra la propia empresa en la que trabaja el ahorrador.
Las pensiones españolas no son generosas, posiblemente todo lo contrario. Ni ahora ni antes es posible subirlas todo lo que seria justo, pero de ahí a decir que deben bajar hay mucha distancia.
Sr. Rato, mas que inspirar informes contra las pensiones, dedíquese a gobernar para controlar el cáncer que mina las pensiones, los salarios y la economía.
Article publicat a la revista AQUI

diumenge, 3 de juny del 2001

El trabajo no debe ser una maldición

Si una o más veces por semana, durante más de 6 meses le encomiendan trabajo en exceso o difícil de realizar cuando no innecesario, monótono o repetitivo, o incluso trabajos para los que no posee una cualificación adecuada (superior o inferior), se le impide que haga cualquier tipo de trabajo; se le niegan u ocultan los medios para realizarlo, se le realizan demandas contradictorias o excluyentes, obligándole a realizar tareas en contra de sus convicciones morales; recibe comentarios injuriosos, le ridiculizan o se ríen públicamente de Vd., de su aspecto físico, de sus gestos, de su voz, de sus convicciones personales o religiosas, de su estilo de vida.
Entonces, esta padeciendo lo que los técnicos han venido a llamar un acoso u hostigamiento moral en el trabajo, es decir “el ejercicio de una violencia psicológica extrema, de forma sistemática y prolongada en el tiempo sobre una persona en el lugar de trabajo, por una o más personas”.
Si se ha reconocido, ¡no se extrañe!. Posiblemente pertenece a ese colectivo de más de11.000 persones del Baix Llobregat que lo están padeciendo. Esa cifra, el 5% de la población asalariada, resulta de aplicar las conclusiones, para el mercado laboral español, de la encuesta realizada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), organismo internacional con presencia de gobiernos, patronales y sindicatos.
O quizás, es que sencillamente estamos tan acostumbrados a ver y padecer esas prácticas laborales, que no las reconocemos como causantes de los perjuicios que originan. Esas prácticas han formado parte casi inseparable de esa forma de organizar el trabajo donde el autoritarismo y la agresividad con los subordinados era la condición básica para obtener la máxima rentabilidad, o de esas, más “modernas”, que “exprimen” a las personas para obtener el máximo rendimiento de ellas, sin tenerlas en cuenta como tales. Por eso, nos resultan tan habituales. También eran habituales los andamios, sin redes y ahora empiezan a resultar extraños los que no los tienen, fue necesario explicarlo.
Las consecuencias de esas malas prácticas en las relaciones laborales producen efectos negativos para todos. En primer lugar para las personas afectadas, pero también para su entorno familiar, su entorno social e incluso para la propia empresa.
El acoso moral en el trabajo puede ser más difícil de reconocer y demostrar que otras anomalías laborales, aunque algunas sean tan burdas que resulten muy evidentes. El hecho de ser habituales las enmascara.
Esa dificultad se utiliza como una excusa para rehuir su solución, o la reparación de sus consecuencias. Salvando las distancias, es lo mismo que se dice para rechazar los cambios para respetar la seguridad en el trabajo. Se dice: “No esta demostrado que este agente (físico o químico) produzca esos daños”, “se están produciendo beneficios, mejor no cambiar” o “cuesta mucho ese cambio”.
Resolver las causas implica cambios. Las empresas, en la forma de dirigir, organizar el trabajo para que las relaciones laborales no sean origen de problemas. Las administraciones (laborales y sanitarias) para abordar la prevención, persecución y sanción de esas conductas y la reparación de sus efectos, como en cualquier enfermedad profesional.
Cuando el acoso moral en trabajo, dura en el tiempo, puede llegar a originar daños en la salud de quines lo padecen. El insomnio, la ansiedad, el estrés, la depresión o enfermedades psicosomáticas son algunas.
A veces a las víctimas les cuesta relacionar el origen de sus trastornos con su situación en el trabajo. Lo imputan a otras razones o simplemente no son conscientes. Pero hay una constante en todas ellas, esa sensación de angustia o temor para ir al trabajo que lo transforma en una tortura diaria.
Si no se abordan las causas no se resolverá el problema. No es con Prozac sino con unas buenas relaciones laborales con lo que debe hacerse frente.
Conocer y reconocer las practicas de acoso moral es la condición para evitarlas y hacer que el trabajo no sea una maldición divina. Este mundo no es un valle de lagrimas al que hemos venido a sufrir, sino un lugar donde conseguir el objetivo de ser felices.
Article publicat a la revista AQUI