Si una o más veces por semana, durante más de 6 meses le encomiendan trabajo en exceso o difícil de realizar cuando no innecesario, monótono o repetitivo, o incluso trabajos para los que no posee una cualificación adecuada (superior o inferior), se le impide que haga cualquier tipo de trabajo; se le niegan u ocultan los medios para realizarlo, se le realizan demandas contradictorias o excluyentes, obligándole a realizar tareas en contra de sus convicciones morales; recibe comentarios injuriosos, le ridiculizan o se ríen públicamente de Vd., de su aspecto físico, de sus gestos, de su voz, de sus convicciones personales o religiosas, de su estilo de vida.
Entonces, esta padeciendo lo que los técnicos han venido a llamar un acoso u hostigamiento moral en el trabajo, es decir “el ejercicio de una violencia psicológica extrema, de forma sistemática y prolongada en el tiempo sobre una persona en el lugar de trabajo, por una o más personas”.
Si se ha reconocido, ¡no se extrañe!. Posiblemente pertenece a ese colectivo de más de11.000 persones del Baix Llobregat que lo están padeciendo. Esa cifra, el 5% de la población asalariada, resulta de aplicar las conclusiones, para el mercado laboral español, de la encuesta realizada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), organismo internacional con presencia de gobiernos, patronales y sindicatos.
O quizás, es que sencillamente estamos tan acostumbrados a ver y padecer esas prácticas laborales, que no las reconocemos como causantes de los perjuicios que originan. Esas prácticas han formado parte casi inseparable de esa forma de organizar el trabajo donde el autoritarismo y la agresividad con los subordinados era la condición básica para obtener la máxima rentabilidad, o de esas, más “modernas”, que “exprimen” a las personas para obtener el máximo rendimiento de ellas, sin tenerlas en cuenta como tales. Por eso, nos resultan tan habituales. También eran habituales los andamios, sin redes y ahora empiezan a resultar extraños los que no los tienen, fue necesario explicarlo.
Las consecuencias de esas malas prácticas en las relaciones laborales producen efectos negativos para todos. En primer lugar para las personas afectadas, pero también para su entorno familiar, su entorno social e incluso para la propia empresa.
El acoso moral en el trabajo puede ser más difícil de reconocer y demostrar que otras anomalías laborales, aunque algunas sean tan burdas que resulten muy evidentes. El hecho de ser habituales las enmascara.
Esa dificultad se utiliza como una excusa para rehuir su solución, o la reparación de sus consecuencias. Salvando las distancias, es lo mismo que se dice para rechazar los cambios para respetar la seguridad en el trabajo. Se dice: “No esta demostrado que este agente (físico o químico) produzca esos daños”, “se están produciendo beneficios, mejor no cambiar” o “cuesta mucho ese cambio”.
Resolver las causas implica cambios. Las empresas, en la forma de dirigir, organizar el trabajo para que las relaciones laborales no sean origen de problemas. Las administraciones (laborales y sanitarias) para abordar la prevención, persecución y sanción de esas conductas y la reparación de sus efectos, como en cualquier enfermedad profesional.
Cuando el acoso moral en trabajo, dura en el tiempo, puede llegar a originar daños en la salud de quines lo padecen. El insomnio, la ansiedad, el estrés, la depresión o enfermedades psicosomáticas son algunas.
A veces a las víctimas les cuesta relacionar el origen de sus trastornos con su situación en el trabajo. Lo imputan a otras razones o simplemente no son conscientes. Pero hay una constante en todas ellas, esa sensación de angustia o temor para ir al trabajo que lo transforma en una tortura diaria.
Si no se abordan las causas no se resolverá el problema. No es con Prozac sino con unas buenas relaciones laborales con lo que debe hacerse frente.
Conocer y reconocer las practicas de acoso moral es la condición para evitarlas y hacer que el trabajo no sea una maldición divina. Este mundo no es un valle de lagrimas al que hemos venido a sufrir, sino un lugar donde conseguir el objetivo de ser felices.
Si se ha reconocido, ¡no se extrañe!. Posiblemente pertenece a ese colectivo de más de11.000 persones del Baix Llobregat que lo están padeciendo. Esa cifra, el 5% de la población asalariada, resulta de aplicar las conclusiones, para el mercado laboral español, de la encuesta realizada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), organismo internacional con presencia de gobiernos, patronales y sindicatos.
O quizás, es que sencillamente estamos tan acostumbrados a ver y padecer esas prácticas laborales, que no las reconocemos como causantes de los perjuicios que originan. Esas prácticas han formado parte casi inseparable de esa forma de organizar el trabajo donde el autoritarismo y la agresividad con los subordinados era la condición básica para obtener la máxima rentabilidad, o de esas, más “modernas”, que “exprimen” a las personas para obtener el máximo rendimiento de ellas, sin tenerlas en cuenta como tales. Por eso, nos resultan tan habituales. También eran habituales los andamios, sin redes y ahora empiezan a resultar extraños los que no los tienen, fue necesario explicarlo.
Las consecuencias de esas malas prácticas en las relaciones laborales producen efectos negativos para todos. En primer lugar para las personas afectadas, pero también para su entorno familiar, su entorno social e incluso para la propia empresa.
El acoso moral en el trabajo puede ser más difícil de reconocer y demostrar que otras anomalías laborales, aunque algunas sean tan burdas que resulten muy evidentes. El hecho de ser habituales las enmascara.
Esa dificultad se utiliza como una excusa para rehuir su solución, o la reparación de sus consecuencias. Salvando las distancias, es lo mismo que se dice para rechazar los cambios para respetar la seguridad en el trabajo. Se dice: “No esta demostrado que este agente (físico o químico) produzca esos daños”, “se están produciendo beneficios, mejor no cambiar” o “cuesta mucho ese cambio”.
Resolver las causas implica cambios. Las empresas, en la forma de dirigir, organizar el trabajo para que las relaciones laborales no sean origen de problemas. Las administraciones (laborales y sanitarias) para abordar la prevención, persecución y sanción de esas conductas y la reparación de sus efectos, como en cualquier enfermedad profesional.
Cuando el acoso moral en trabajo, dura en el tiempo, puede llegar a originar daños en la salud de quines lo padecen. El insomnio, la ansiedad, el estrés, la depresión o enfermedades psicosomáticas son algunas.
A veces a las víctimas les cuesta relacionar el origen de sus trastornos con su situación en el trabajo. Lo imputan a otras razones o simplemente no son conscientes. Pero hay una constante en todas ellas, esa sensación de angustia o temor para ir al trabajo que lo transforma en una tortura diaria.
Si no se abordan las causas no se resolverá el problema. No es con Prozac sino con unas buenas relaciones laborales con lo que debe hacerse frente.
Conocer y reconocer las practicas de acoso moral es la condición para evitarlas y hacer que el trabajo no sea una maldición divina. Este mundo no es un valle de lagrimas al que hemos venido a sufrir, sino un lugar donde conseguir el objetivo de ser felices.
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