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diumenge, 28 de gener del 2001

Los necesitamos con “papeles”

“La solidaridad es un egoísmo inteligente”. Con esta frase José Valentín Antón, que fue secretario general de la UGT de Catalunya, buscaba provocar la reflexión en aquellas personas para las que su interés particular, directo e inmediato era lo único importante. Buscaba que practicaran la solidaridad hasta quienes la menospreciaban. Intentaba que, como mínimo, la vieran como algo que les era útil.
Una huelga de hambre es una de las formas más silenciosas de gritar muy fuerte. Estos días mas de 400 inmigrantes la están llevando a cabo encerrados en iglesias de Barcelona.
¿Que les ha empujado a esa posición tan grave? Sencillamente, la desesperación. Las han arrinconado y les han cerrado todas las salidas.
Barcelona es la segunda provincia con más denegaciones de regularización. A casi 37.000 personas, que están aquí desde hace tiempo, se les han negado los “papeles” y con ellos el derecho a ganarse la vida legalmente, se las envía a la clandestinidad y se las amenaza con la expulsión.
Están aquí para trabajar y cuando tienen oportunidad lo hacen con ahínco. Huyen de la miseria de sus países de origen. Buscan poder progresar sobre la base de su esfuerzo. Ese es el verdadero e irresistible “efecto llamada” de nuestro país y del “efecto expulsión” del suyo, no las leyes de extranjería.
Para llegar hasta aquí han quemado sus naves. Han vendido lo poco que tenían, se han embargado ellos y a su familia por muchos años, se han jugado la vida en pateras o la cárcel, han vivido o malvivido de trabajos duros, no declarados y en muchos casos mal pagados y ahora el gobierno del PP, que no les dan los “papeles”, les dice que en 48 horas pueden ser repatriarlos.
Mayor Oreja no dedicara la policía a la caza del inmigrante para expulsarlos, porque no puede. No puede aplicar la ley de extranjería, que ha aprobado el PP, con el soporte de CiU y Coalición Canaria, porque ni tiene resuelto el problema jurídico internacional de la repatriación ni los suficientes recursos policiales y, en especial, porque los necesitamos.
Necesitamos la inmigración. ¿Quién recoge mayoritariamente las ensaladas y alcachofas del parque agrario de Baix Llobregat? ¿Quién sube las botellas de butano a las casas de muchas personas mayores que viven en pisos sin ascensor?.
Pero, necesitamos la inmigración con “papeles”, regularizada. Para que no sea explotada por las mafias de allí, pero tampoco por las aquí, para no hacerlos dependientes de la caridad o de los servicios sociales de los ayuntamientos o para que acaben como usuarios de los servicios penitenciarios o policiales.
Necesitamos la inmigración con “papeles”, regularizada. Para que trabaje de forma legal, con los mismos derechos y obligaciones que los demás, para que cobre y cotice, pero sobre todo para que desarrollen su proyecto autónomo y personal, compatible con la sociedad en la que ha recalado.
No se trata mantener una ciudadanía de tercera, ni una mendicidad de primera. Se trata de integrarlos como ciudadanos normales. Hay que darles “papeles” a los que ya está aquí y evitar situaciones como esta en el futuro.
Eso no se será posible si paralelamente no resolvemos otros problemas que la inmigración no ha creado, pero que agrava. No tenemos mucha inmigración - no llegamos al 4% - pero hay ciudades y barrios, que tiene porcentajes muy altos. Ahí es donde han aparecido problemas de convivencia.
Cuando se pretende hacer recaer la solidaridad sobre la parte de la sociedad que esta necesitada de ella, no es de extrañar que surjan conflictos. Cuando la inmigración se concentra en barrios degradados en los que no se ha invertido en rehabilitación, o en centros escolares donde se escatiman los recursos para hacer posible la educación de la diversidad, se le niega el acceso legal al trabajo porque se pretende negar que ya están aquí o se le niegan a los ayuntamientos las herramientas para hacer frente al problema, se están poniendo las bases del conflicto social. Si a ello, le sumamos el interés de ganar votos, de hacer política con la inmigración, como hace el Partido Popular estamos incubando el huevo de la serpiente.
¡Seamos inteligentes invirtamos en solidaridad!, Aunque, para algunos, sea solo por el egoísmo de evitarse problemas.
Article publicat a la revista AQUI

diumenge, 14 de gener del 2001

IPC, un dato fatal

Ya que no están por sus obligaciones, por lo menos, que sean originales.
La semana pasada conocimos que el IPC del año 2000, parecía el cupón de la ONCE, es decir que no era el IPC previsto – 2% - sino el doble, el 4%. Y en Catalunya mucho mayor, el 4´2%.
Ciertamente el dato no ha sido una sorpresa. Es la confirmación final del año donde lo hemos sufrido junto a la mayoría absoluta de Aznar.
Notábamos la insumisión del IPC a los deseos de las autoridades económicas - deseos, que no actuaciones - cuando comprábamos productos alimenticios, poníamos gasolina o diesel al vehículo, utilizábamos servicios médicos o educativos no públicos, disfrutábamos, si podíamos, de las actividades hosteleras y restauración o pagábamos el recibo de la luz y el teléfono.
El dato final ha sido fatal. Ha confirmado la inactividad de los gobiernos estatal y catalán para actuar eficazmente ante algo que no ha sido una sorpresa, cada mes se tenía un anticipo.
Fatal para las personas que viven de una pensión pues, durante todo el año, sus ingresos solo crecieron el 2%. Fatal para las personas en paro, perceptoras de renta mínima de inserción o del salario mínimo interprofesional porque su poder adquisitivo se vio erosionado por el IPC. Fatal para las personas que trabajan para las administraciones públicas porque perdieron todo aquello en lo que se equivocaron Rodrigo Rato y Artur Mas. Fatal para las personas que han visto como sus hipotecas crecían más que el IPC. Fatal para nuestra economía productiva que ve como la evolución de nuestros precios erosiona nuestra competitividad.
Y ante todo esto ¿Qué nos proponen?. Más de lo mismo. Inactividad de los gobiernos ante los poderosos y sacrificios de los débiles.
¡Han descubierto la sopa de ajo!. La solución a todos los males, a la subida de precios es la moderación salarial y en el resto, esperar. Lo ha propuesto, serio y sin despeinarse, Artur Mas el delfín de Jordi Pujol.
En los últimos cuatro años la economía catalana ha crecido menos que la media española, pero nuestros precios han crecido más. Artur Mas, que ya no puede seguir escondiéndose tras la falacia de que ese era el precio que debíamos pagar por un mayor crecimiento, ha decidido pasar a la “acción”.
Incrementa solo el 2% a los empleados públicos que dependen de él, llama a la moderación salarial del resto, no toma ni una sola medida para contener los precios en los temas que tiene competencias (comercio, turismo, sanidad educación, vivienda, peajes, etc..) y sobre todo apoya incondicional al gobierno de Aznar en su política económica de “mirar y esperar”.
Ya que no están por sus obligaciones, por lo menos, que sean originales.
Artur Mas está más preocupado por ganar a Duran Lleida, en su carrera por suceder a Pujol al frente de CiU, que a la inflación.
Artur Mas está mas necesitado de asegurase su mayoría parlamentaria, con el apoyo del PP, que de gobernar para la mayoría de ciudadanía.
Que le podamos entender no quiere decir que lo tengamos que compartir.
Sus obligaciones como Conseller de Economia i Finances de la Generalitat son irrenunciables. Al cargo puede renunciar a las obligaciones del mismo no, mientras este en el Gobierno.
Ni las puede olvidar, ni despachar aplicando unas recetas tan rancias, reaccionarias o caducas, como el exigir más moderación a los clases mas desfavorecidas. Y sobre todo si al mismo tiempo se abstiene de actuar frente a los sectores económicos más poderosos.
Es fácil ser prepotente con los débiles y sumiso con los poderosos, lo difícil es gobernar para que el crecimiento económico no se construya sobre el incremento de las desigualdades sociales, cargando los sacrificios a los de siempre. Por eso, mientras tenga la responsabilidad de gobernar, debe asumir su responsabilidad ante la evolución negativa del IPC y afrontar su solución mediante otras formulas más eficaces y sociales.
Empiece a gobernar, Sr. Mas, y gobierne bien. Para la mayoría.
Aticle publicat a la revista AQUI