¡Señor, dame paciencia......PERO YA!!!
Esa afirmación contradictoria que efectuaba un feligrés ante el altar de una iglesia, es muy parecida a la que produce la reciente batería de decretos leyes que ha elaborado el Gobierno Aznar.
No deja de ser paradójico que en nombre de la libertad se utilice el recurso menos participativo de todo el sistema democrático, el decreto-ley. Un procedimiento en el que las Cortes Generales, los diputados y las diputadas, solo pueden decir: “Amén o no”.
La prepotencia del Gobierno de Aznar, se expresa en evitar que el Parlamento pueda parlamentar, discutir, negociar, acordar, el rodillo es su política.
Cuando hace 4 años llegaron al Gobierno, también, empezaron con Decretos Leyes. Entonces era para rebajarle los impuestos a quienes más tienen.
Se intento explicar esa actuación autoritaria, sobre la base de decir que era porque tenían prisa y porque los de antes, los socialistas, no tenían esa sensibilidad. Tenían razón siempre hemos defendido que la política fiscal ha de servir para repartir la riqueza.
Pero ahora ¿este gobierno Aznar, no sucede a un gobierno Aznar?. Entonces, ¿porque gobernar por decreto?.
No obstante, el problema más importante de esos decretos leyes no radica en la forma sino en el fondo. Son una expresión más que este gobierno es prepotente con los débiles y sumiso con los poderosos.
Muchas de esas medidas acaban favoreciendo a una forma de comercio concreta, las grandes superficies, que curiosamente tienen como asesor de su organización empresarial a un prestigioso liberal compañero de las partidas de golf de José Mari, el presidente del Gobierno.
No solo el incremento de jornada comercial y de días festivos esta pensado para favorecerles, por más que lo acompañen del “caramelo envenenado” que dejara exhausto al pequeño comercio, ya que podrá abrir las horas que quiera y como quiera, es decir como decía exageradamente un sindicalista argentino: “así podremos dedicar las 24 horas del día y las 24 horas de la noche”.
Digo que no solo los horarios están hechos a favor de esa forma empresarial de comercio, sino que en nombre de la baja de la gasolina también le aportaran – ahora se dice, fidelizan - clientes a esos centros a través de autorizarles la puesta en funcionamiento de nuevos postes. No seria más lógico liberar a las gasolineras de algunos contratos de abanderamiento con las petroleras que les oprimen, en ese caso no serian 50 nuevos suministradores sino miles de puntos de venta más libres. La liberalización de los descuentos de los libros de texto solo tiene como objetivo llevar a los clientes a las grandes superficies, para que al tiempo compren, los uniformes y todo lo de la vuelta al “cole”. Y de paso castigamos a las librerías porque se dedican a la cultura, no sea cosa que pensemos más y seamos más libres.
Se recorta el margen comercial de las farmacias, pero ni se toca a la industria farmacéutica.
Se liberaliza el suelo, para que los ayuntamientos no puedan ordenar su uso, pero no se les dan instrumentos para controlar la especulación, ni el precio de la vivienda.
En nombre de la libertad se le niega el derecho a los trabajadores para elegir el medico que le atenderá, pero se le permite decidir a la empresa quien nos dará el alta o la baja, a través de la mutua que ella elija.
Liberalizar no es desregular, para que termine mandando en el mercado los más poderosos, liberalizar es regular para que los más débiles tengan más libertad, más protección frente a los poderosos.
No es de extrañar que el Sr. Rato le haya asomado la vena autoritaria. Viendo que ni los pollos, ni la gasolina le hacen caso y le disparan el IPC hasta como estaban como cuando llegaron, solo que entonces bajaban y ahora suben haya gritado, a través de los decretos leyes:
A LIBERALIZARSE... AR!!
No deja de ser paradójico que en nombre de la libertad se utilice el recurso menos participativo de todo el sistema democrático, el decreto-ley. Un procedimiento en el que las Cortes Generales, los diputados y las diputadas, solo pueden decir: “Amén o no”.
La prepotencia del Gobierno de Aznar, se expresa en evitar que el Parlamento pueda parlamentar, discutir, negociar, acordar, el rodillo es su política.
Cuando hace 4 años llegaron al Gobierno, también, empezaron con Decretos Leyes. Entonces era para rebajarle los impuestos a quienes más tienen.
Se intento explicar esa actuación autoritaria, sobre la base de decir que era porque tenían prisa y porque los de antes, los socialistas, no tenían esa sensibilidad. Tenían razón siempre hemos defendido que la política fiscal ha de servir para repartir la riqueza.
Pero ahora ¿este gobierno Aznar, no sucede a un gobierno Aznar?. Entonces, ¿porque gobernar por decreto?.
No obstante, el problema más importante de esos decretos leyes no radica en la forma sino en el fondo. Son una expresión más que este gobierno es prepotente con los débiles y sumiso con los poderosos.
Muchas de esas medidas acaban favoreciendo a una forma de comercio concreta, las grandes superficies, que curiosamente tienen como asesor de su organización empresarial a un prestigioso liberal compañero de las partidas de golf de José Mari, el presidente del Gobierno.
No solo el incremento de jornada comercial y de días festivos esta pensado para favorecerles, por más que lo acompañen del “caramelo envenenado” que dejara exhausto al pequeño comercio, ya que podrá abrir las horas que quiera y como quiera, es decir como decía exageradamente un sindicalista argentino: “así podremos dedicar las 24 horas del día y las 24 horas de la noche”.
Digo que no solo los horarios están hechos a favor de esa forma empresarial de comercio, sino que en nombre de la baja de la gasolina también le aportaran – ahora se dice, fidelizan - clientes a esos centros a través de autorizarles la puesta en funcionamiento de nuevos postes. No seria más lógico liberar a las gasolineras de algunos contratos de abanderamiento con las petroleras que les oprimen, en ese caso no serian 50 nuevos suministradores sino miles de puntos de venta más libres. La liberalización de los descuentos de los libros de texto solo tiene como objetivo llevar a los clientes a las grandes superficies, para que al tiempo compren, los uniformes y todo lo de la vuelta al “cole”. Y de paso castigamos a las librerías porque se dedican a la cultura, no sea cosa que pensemos más y seamos más libres.
Se recorta el margen comercial de las farmacias, pero ni se toca a la industria farmacéutica.
Se liberaliza el suelo, para que los ayuntamientos no puedan ordenar su uso, pero no se les dan instrumentos para controlar la especulación, ni el precio de la vivienda.
En nombre de la libertad se le niega el derecho a los trabajadores para elegir el medico que le atenderá, pero se le permite decidir a la empresa quien nos dará el alta o la baja, a través de la mutua que ella elija.
Liberalizar no es desregular, para que termine mandando en el mercado los más poderosos, liberalizar es regular para que los más débiles tengan más libertad, más protección frente a los poderosos.
No es de extrañar que el Sr. Rato le haya asomado la vena autoritaria. Viendo que ni los pollos, ni la gasolina le hacen caso y le disparan el IPC hasta como estaban como cuando llegaron, solo que entonces bajaban y ahora suben haya gritado, a través de los decretos leyes:
A LIBERALIZARSE... AR!!
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