La estafa de Gescartera ha sido la canción del verano del 2001. Ha sido la melodía más tocada. El tema se lo merece.
Por las repercusiones económicas y políticas, pero también por las formas – mejor dicho, las malas formas – que exhibe Aznar para encajar los problemas cuando estos le asaltan.
Gescartera es una estafa multimillonaria, aunque la contemos en euros. 18.000, o incluso 30.000, millones de pesetas esfumados son “muchos dineros”.
Las personas y entidades afectadas son muchas. Miles de ellas no han merecido salir en los medios de comunicación, a pesar de que perderán todos, o casi todos, sus ahorros.
Ciertamente son más llamativas y significativas las grandes cantidades que han perdido las mutualidades de la Policía y los Huérfanos de la Guardia civil, el Ministerio de Defensa o el Instituto Social de la Marina, y la Iglesia.
Este verano esta canción ha sonado mucho. Pero quizás ha sonado menos el montaje. Gescartera era un “chiringuito financiero” que ofrecía rentabilidades de hasta el 30% u opacidad fiscal incluso a “dinero negro”.
Los intereses los pagaba con el dinero de los nuevos impositores, en una constante huida hacia delante. La opacidad se desprendía de la presencia, en Gescartera, de la familia Giménez-Reina, secretario de Estado de Hacienda, el numero dos del ministerio que gestiona y cobra nuestros impuestos.
Un reputado personaje catalán en los años 20, del siglo pasado, instaló un tenderete en las Ramblas de Barcelona, ofreciendo monedas de cinco pesetas al precio de cuatro pesetas, es decir “duros a quatre pessetes”. Nadie compró, era poco creíble.
¿Qué ha ocurrido para que hace 80 años se rechazara una rentabilidad real del 25% y hoy se caiga en la trampa de una supuesta rentabilidad de hasta el 30%?. Sencillamente el montaje se presentó como creíble.
Las personas que el PP ha puesto al frente de los organismos del Estado para velar por el buen funcionamiento de las instituciones financieras, no solo conocen y esconden las faltas de Gescartera, sino que la suben de categoría. Un importante numero de personas relacionadas con el PP, aparecen como directivos, responsables regionales, asesores o inversores por cuenta de las instancias públicas en las que tienen responsabilidades. Esas irregularidades son precisamente las que ofrecen la supuesta credibilidad y le ofrecen impunidad a Gescartera, en sus manejos.
Gescartera no es posible sin ese encubrimiento institucional y ese respaldo de personalidades del PP bien situadas. No es solo el resultado de la acción de un “pillo”, es la expresión de una corrupción, como mínimo, tolerada desde el poder político.
Por eso es preocupante la actuación del Presidente Aznar. Ha callado durante un mes. No se ha dignado a suspender sus vacaciones, no ha tomado una sola medida y cuando habla no asume la gravedad de lo ocurrido ni la parte de responsabilidad que le corresponde.
Es más, pretende decir, como su partido, que la culpa es de PSOE y de Felipe González, porque Gescartera se creo en 1992. ¡Eso ya no cuela, Sr. Aznar!. Hace más de 6 años que gobiernan y debe asumir sus responsabilidades como presidente del Gobierno.
Esa actitud cínica es inútil por burda, y consciente de ello ha desarrollado una táctica peligrosa.
La única manera de tapar un ruido es hacer un rudo mayor. Por eso y sin venir a más cuento que intentar tapar el escándalo que les corroe Aznar ha vuelto a desenterrar el tema de la unidad de España y de que el PSOE es un peligro.
Ni la unidad de España esta en peligro, ni la unidad puede confundirse con la uniformidad, como hace nuestro “converso” presidente a un constitucionalismo hecho a su medida. ¿Cuándo se dará cuenta que una norma creada para vertebrar la unidad plural de España, no sirve para encajonarla en la uniformidad que le gustaría?.
¡Un poco más de humildad, Sr. Aznar!
Ya sabemos que no le gusta la canción del verano 2001, que le molesta el escándalo de Gescartera porque pone al descubierto sus vergüenzas, pero no es atacando a los demás o creando un problema mayor como lo arreglara.
Depure responsabilidades, cese a los responsables políticos, incluidos los ministros (Rato y Montoro) que nombraron al secretario de Estado de Hacienda y deje tranquila la Constitución. Esa es la única manera de acabar con Gescartera la canción del verano.
Por las repercusiones económicas y políticas, pero también por las formas – mejor dicho, las malas formas – que exhibe Aznar para encajar los problemas cuando estos le asaltan.
Gescartera es una estafa multimillonaria, aunque la contemos en euros. 18.000, o incluso 30.000, millones de pesetas esfumados son “muchos dineros”.
Las personas y entidades afectadas son muchas. Miles de ellas no han merecido salir en los medios de comunicación, a pesar de que perderán todos, o casi todos, sus ahorros.
Ciertamente son más llamativas y significativas las grandes cantidades que han perdido las mutualidades de la Policía y los Huérfanos de la Guardia civil, el Ministerio de Defensa o el Instituto Social de la Marina, y la Iglesia.
Este verano esta canción ha sonado mucho. Pero quizás ha sonado menos el montaje. Gescartera era un “chiringuito financiero” que ofrecía rentabilidades de hasta el 30% u opacidad fiscal incluso a “dinero negro”.
Los intereses los pagaba con el dinero de los nuevos impositores, en una constante huida hacia delante. La opacidad se desprendía de la presencia, en Gescartera, de la familia Giménez-Reina, secretario de Estado de Hacienda, el numero dos del ministerio que gestiona y cobra nuestros impuestos.
Un reputado personaje catalán en los años 20, del siglo pasado, instaló un tenderete en las Ramblas de Barcelona, ofreciendo monedas de cinco pesetas al precio de cuatro pesetas, es decir “duros a quatre pessetes”. Nadie compró, era poco creíble.
¿Qué ha ocurrido para que hace 80 años se rechazara una rentabilidad real del 25% y hoy se caiga en la trampa de una supuesta rentabilidad de hasta el 30%?. Sencillamente el montaje se presentó como creíble.
Las personas que el PP ha puesto al frente de los organismos del Estado para velar por el buen funcionamiento de las instituciones financieras, no solo conocen y esconden las faltas de Gescartera, sino que la suben de categoría. Un importante numero de personas relacionadas con el PP, aparecen como directivos, responsables regionales, asesores o inversores por cuenta de las instancias públicas en las que tienen responsabilidades. Esas irregularidades son precisamente las que ofrecen la supuesta credibilidad y le ofrecen impunidad a Gescartera, en sus manejos.
Gescartera no es posible sin ese encubrimiento institucional y ese respaldo de personalidades del PP bien situadas. No es solo el resultado de la acción de un “pillo”, es la expresión de una corrupción, como mínimo, tolerada desde el poder político.
Por eso es preocupante la actuación del Presidente Aznar. Ha callado durante un mes. No se ha dignado a suspender sus vacaciones, no ha tomado una sola medida y cuando habla no asume la gravedad de lo ocurrido ni la parte de responsabilidad que le corresponde.
Es más, pretende decir, como su partido, que la culpa es de PSOE y de Felipe González, porque Gescartera se creo en 1992. ¡Eso ya no cuela, Sr. Aznar!. Hace más de 6 años que gobiernan y debe asumir sus responsabilidades como presidente del Gobierno.
Esa actitud cínica es inútil por burda, y consciente de ello ha desarrollado una táctica peligrosa.
La única manera de tapar un ruido es hacer un rudo mayor. Por eso y sin venir a más cuento que intentar tapar el escándalo que les corroe Aznar ha vuelto a desenterrar el tema de la unidad de España y de que el PSOE es un peligro.
Ni la unidad de España esta en peligro, ni la unidad puede confundirse con la uniformidad, como hace nuestro “converso” presidente a un constitucionalismo hecho a su medida. ¿Cuándo se dará cuenta que una norma creada para vertebrar la unidad plural de España, no sirve para encajonarla en la uniformidad que le gustaría?.
¡Un poco más de humildad, Sr. Aznar!
Ya sabemos que no le gusta la canción del verano 2001, que le molesta el escándalo de Gescartera porque pone al descubierto sus vergüenzas, pero no es atacando a los demás o creando un problema mayor como lo arreglara.
Depure responsabilidades, cese a los responsables políticos, incluidos los ministros (Rato y Montoro) que nombraron al secretario de Estado de Hacienda y deje tranquila la Constitución. Esa es la única manera de acabar con Gescartera la canción del verano.
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