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dimecres, 29 de novembre del 2006

La épica cotidiana

Ayer tomó posesión el 128 President de la Generalitat, José Montilla. Mientras se producía el acto no podía por menos que recordar el debate de investidura de la semana pasada.
A mi entender, fue un debate épico. Por sus contenidos, que no por su forma.
Asistimos a la confrontación dialéctica de dos maneras de hacer y gobernar. La que separa la épica de lo cotidiano de la épica nacionalista.
Montilla defendió su catalanismo social. Una propuesta política en la que fortalecer el estado de bienestar y modernizar la economía a través de una forma de gobernar transparente, participativa y ordenada, es el medio de construir una comunidad de personas cada vez más libres. “Pensar ordenadamente, actuar racionalmente, atender calidamente” es una buena política, no es solo gestión.
Mas, como representante del mayor grupo de oposición, al desconsiderar la propuesta de buen gobierno para solucionar los problemas de las personas y recriminarle la falta del tono épico que tanto gusta a los nacionalistas, los de aquí y los de allá, contraponía Catalunya a los catalanes.
La historia de la humanidad se ha explicado en base a nombres propios. Pero, realmente, es el fruto de muchos nombres comunes, de la lucha, día a día, de millones de personas para progresar ellos y sus familias, de esfuerzos individuales y de trabajo conjunto, de responsabilidades personales y de solidaridades y de cooperaciones colectivas. Esos son valores que el nuevo President defendió en la parte final de su discurso, que todos han reconocido como emocionada y emocionante.
En la épica como género literario se cantan las hazañas de un héroe o de una colectividad. Por eso, a los nacionalistas conservadores la épica de lo cotidiano les parece poco épica.
Con Montilla llega al Govern la épica de lo cotidiano.