¡Me gusta Hereu!. Políticamente hablando, se entiende.
El sábado escuche del alcalde de Barcelona una brillante intervención sobre su proyecto para la ciudad.
Fue un discurso sencillo pero no simple, vibrante pero no demagógico, concreto pero no localista, global pero próximo, general pero no vacío, y sobretodo con contenido. En él la vigencia de los valores clásicos de la sociedad democrática iba pareja a la necesidad de su puesta al día.
Consciente que la oposición a los cambios y al progreso surge de los miedos a lo nuevo, a lo global y que estos nos paralizan agravando más el problema, retomó el papel de lo público y de la política, especialmente el municipalismo, como una de las formas más nobles para construir desde la proximidad esas nuevas seguridades, que todos necesitamos.
No despreció la dificultad que supone tener que lanzar un mensaje sencillo para abordar problemas complejos.
Se mostró convencido que solo liderando la complejidad habrá soluciones. Que estas no vendrán ni de los atajos simplistas de las derechas, que reducen la solución de temas como la seguridad o la inmigración a opciones policiales, o de los refugios conceptuales de algunas izquierdas, que se encierran en visiones de grupo o de imaginarios estéticos.
Por eso, en su boca, cohesión social, prosperidad, convivencia y transparencia no son conceptos caducos sino las líneas básicas de un relato para vertebrar un futuro mejor.
Hereu forma parte de la generación de personas jóvenes y formadas, crecidos en democracia. Que dicen lo que piensan y creen, no lo políticamente correcto. Que no confunden las libertades con “jauja”, la autoridad con el autoritarismo o los derechos con demandas sin responsabilidad.
Liderar la complejidad requiere criterio, voluntad y firmeza. Hereu los tiene.
El sábado escuche del alcalde de Barcelona una brillante intervención sobre su proyecto para la ciudad.
Fue un discurso sencillo pero no simple, vibrante pero no demagógico, concreto pero no localista, global pero próximo, general pero no vacío, y sobretodo con contenido. En él la vigencia de los valores clásicos de la sociedad democrática iba pareja a la necesidad de su puesta al día.
Consciente que la oposición a los cambios y al progreso surge de los miedos a lo nuevo, a lo global y que estos nos paralizan agravando más el problema, retomó el papel de lo público y de la política, especialmente el municipalismo, como una de las formas más nobles para construir desde la proximidad esas nuevas seguridades, que todos necesitamos.
No despreció la dificultad que supone tener que lanzar un mensaje sencillo para abordar problemas complejos.
Se mostró convencido que solo liderando la complejidad habrá soluciones. Que estas no vendrán ni de los atajos simplistas de las derechas, que reducen la solución de temas como la seguridad o la inmigración a opciones policiales, o de los refugios conceptuales de algunas izquierdas, que se encierran en visiones de grupo o de imaginarios estéticos.
Por eso, en su boca, cohesión social, prosperidad, convivencia y transparencia no son conceptos caducos sino las líneas básicas de un relato para vertebrar un futuro mejor.
Hereu forma parte de la generación de personas jóvenes y formadas, crecidos en democracia. Que dicen lo que piensan y creen, no lo políticamente correcto. Que no confunden las libertades con “jauja”, la autoridad con el autoritarismo o los derechos con demandas sin responsabilidad.
Liderar la complejidad requiere criterio, voluntad y firmeza. Hereu los tiene.
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