La misa de despedida a Guillermo Bueno, Presidente de Honor de la Unió Patronal Metalúrgica, reunió a familiares, amigos, empresarios, sindicalistas y políticos. Algunos teníamos más de una condición, a la vez. Aunque cada uno de los presente podíamos tener una percepción diferente, todos coincidíamos que Guillermo siempre hizo honor a su apellido, fue un hombre bueno.
La capacidad de congregar personas tan diferentes es el reflejo de ese mérito.
Desde que Platón formuló el mito de la caverna, afirmar que la percepción de las cosas no siempre coincide con la cosa en si, no es una idea original.
Hoy trabajan en Catalunya más personas que nunca, pero el paro continua siendo percibido como el primer problema social. El exceso de temporalidad o la precariedad de las condiciones laborales explican esa percepción.
La inmigración colabora en el crecimiento económico, que sostiene nuestro sistema de protección social, pero se perciben como un problema.
La industria en Catalunya se recupera, crea empleo y riqueza pero el único fenómeno que se percibe es la deslocalización.
Las listas de espera en la sanidad pública se han reducido, pero la percepción no le acompaña.
El sistema educativo mejora en base al compromiso de toda la comunidad educativa y un fuerte esfuerzo presupuestario, pero las respuestas a un crecimiento no planificado parece desmentirlo. La atención a nuestro medio ambiente crece, pero la modificación de lo que podemos hacer para seguir viviendo de él y en él, parece cuestionarlo.
Que la realidad es poliédrica y hay percepciones diferentes, es bueno.
Para progresar necesitamos personas, que respetando la diversidad, construyan coincidencias básicas mediante propuestas concretas e ilusionantes, que no ilusas.
Inútilmente los espectadores de un debate político televisado, hace dos días, intentaron reconducirlo mediante sms. La fuerza de distorsión del “cotilleo político” que exhibió Madi (CiU), arrastró al moderador y a los demás. Tenia razón Zaragoza (PSC). Con esos mensajes la política se percibe más lejana.
Necesitamos más propuestas y menos chafarderías y proximidad a las personas.
La capacidad de congregar personas tan diferentes es el reflejo de ese mérito.
Desde que Platón formuló el mito de la caverna, afirmar que la percepción de las cosas no siempre coincide con la cosa en si, no es una idea original.
Hoy trabajan en Catalunya más personas que nunca, pero el paro continua siendo percibido como el primer problema social. El exceso de temporalidad o la precariedad de las condiciones laborales explican esa percepción.
La inmigración colabora en el crecimiento económico, que sostiene nuestro sistema de protección social, pero se perciben como un problema.
La industria en Catalunya se recupera, crea empleo y riqueza pero el único fenómeno que se percibe es la deslocalización.
Las listas de espera en la sanidad pública se han reducido, pero la percepción no le acompaña.
El sistema educativo mejora en base al compromiso de toda la comunidad educativa y un fuerte esfuerzo presupuestario, pero las respuestas a un crecimiento no planificado parece desmentirlo. La atención a nuestro medio ambiente crece, pero la modificación de lo que podemos hacer para seguir viviendo de él y en él, parece cuestionarlo.
Que la realidad es poliédrica y hay percepciones diferentes, es bueno.
Para progresar necesitamos personas, que respetando la diversidad, construyan coincidencias básicas mediante propuestas concretas e ilusionantes, que no ilusas.
Inútilmente los espectadores de un debate político televisado, hace dos días, intentaron reconducirlo mediante sms. La fuerza de distorsión del “cotilleo político” que exhibió Madi (CiU), arrastró al moderador y a los demás. Tenia razón Zaragoza (PSC). Con esos mensajes la política se percibe más lejana.
Necesitamos más propuestas y menos chafarderías y proximidad a las personas.
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