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diumenge, 16 de setembre del 2001

El apagón

La luz no va bien. Hace ya algunos días, semanas e incluso meses que la luz no bien. No hace falta ser una maquina muy sensible para detectar las bajadas y subidas que se producen y que nos devuelven a otros tiempos ya muy lejanos.
Más de 200.000 personas en el Baix Llobregat, una tercera parte de los que vivimos en esta comarca, lo han padecido esta semana pasada con un importante corte de luz. Este verano otras partes de Catalunya también han sufrido deficiencias del servicio similares. ¡Demasiados fallos para ser casualidad!.
Personas retenidas en ascensores, neveras y aparatos domésticos que no funciona o se estropean, productos y producciones malogrados por los fallos en el suministro eléctrico. .
¿Que justificación ha dado “la compañía”?. Y digo “la compañía” en singular porque en Catalunya, “gracias” a la supuesta liberalización del mercado eléctrico, sufrimos el monopolio de FECSA, antes FECSA-ENHER.
La compañía ha explicado, es un decir, que el fallo eléctrico fue debido a un cortocircuito producido por la humedad ambiental, la acumulación de polvo y residuos en los aislantes de las conducciones y otros elementos naturales.
¡Como si, en unas líneas eléctricas que circulan al lado del mar, fuera posible obviar la humedad ambiental o sustraerse a la existencia de polvo y residuos en la atmósfera!.
En todo caso, esos datos explicarían, pero nunca justifican, el mal suministro eléctrico, que pagamos en nuestro abultado recibo.
Así pues, ¿cuales son los verdaderos motivos?. Un interés desmedido por el beneficio, un monopolio asfixiante y una connivencia de los poderes públicos con las empresas privadas.
Vayamos por partes. Un interés desmedido por el beneficio porque, el deficiente estado de las instalaciones eléctricas es fruto de la no-inversión en su renovación y mantenimiento. Si no se gastan en esas tareas a corto plazo los beneficios suben, pero el servicio se deteriora.
En segundo lugar, la existencia de un monopolio asfixiante. De tres compañías eléctricas (FECSA, ENHER y HECSA) hemos pasado en nombre de la liberalización al monopolio de una sola: FECSA. Esta empresa pertenece al privatizado grupo Endesa, que preside el Sr. Martín Villa, otrora gobernador civil de Barcelona en la época de los gobiernos de Franco.
En tercer lugar y no por ello en último en importancia, una connivencia de los poderes públicos con esas empresas privadas. Ya he dicho en más de una ocasión que el Gobierno Aznar no ha liberalizado el sector eléctrico, lo ha privatizado que es diferente. Lo ha vendido a sus amigos y en algunas ocasiones en buenas condiciones.
Si un suministro o servicio esencial se privatiza, los poderes públicos tienen que garantizar las condiciones de su prestación. No es de recibo que se abandone su control y supervisión, como se ha hecho, a la libre voluntad de los que deben prestarlo o al mercado, y más si previamente se le ha asegurado un monopolio, y además se les acaba compensando – a nuestra costa - con más de un billón de pesetas por que “entran en un sistema de libre competencia”.
El interés de una empresa privada esta en ganar dinero, cuanto más, mejor. La satisfacción del cliente se atiende en la medida en que mejore sus beneficios. Pero si se trabaja en monopolio, no hay ningún interés en atender a los usuarios, el mercado no funciona y su papel debe ser sustituido por los poderes públicos. Aquí ni el Gobierno Aznar, ni el Gobierno Pujol han querido actuar para controlarlos.
El Conseller Subirà no solo no controla a las eléctricas sino que se transforma en su defensor cuando Ayuntamientos, ciudadanos o grupos políticos denunciamos o intentamos evitar que sigan actuando de manera prepotente en nuestros parajes o ciudades. Su actitud a favor de la compañía en la línea de la Gabarras o su falta de exigencia a las compañías para que mejoren el servicio esta perjudicando a los ciudadanos y a otros empresarios, es decir a Catalunya.
Por eso tenemos una luz cara y cada vez más mala.
Resolver eso tiene mucho que ver con la política de las cosas que nos atañen desde que nos levantamos y esperamos que se encienda luz, el agua salga caliente para ducharnos o podamos calentar el café. Muchas veces nos preocupamos más de las “cosas de la política” que de la “política de las cosas” y eso debe de cambiar.

Article publicat a la revista AQUI